Un gran reto que enfrentan las instituciones educativas hoy en día es atender las necesidades de los alumnos con capacidades diferentes. Con, “atender sus necesidades” me refiero a tener la infraestructura necesaria para que todos, independientemente de sus condiciones físicas, neurológicas, sociales o culturales, aprendan.
Al buscar una escuela inclusiva, se debe verificar que no solo ofrezca un servicio de guardería en donde se mantenga a los niños vigilados intramuros sin recibir la atención necesaria ni tener personal capacitado para dicha tarea.
La educación inclusiva (EI) trabaja en pro de la consecución de dos objetivos fundamentales: la defensa de la equidad y la calidad educativa para todos los alumnos, sin excepciones, la lucha contra la exclusión y la segregación en los procesos de enseñanza.
Las escuelas, llámense públicas o privadas, deben proporcionar un buen nivel educativo para todos los alumnos sin excepción, independientemente de sus diferentes habilidades y aptitudes.
La educación inclusiva viene a romper con el paradigma de la educación tradicional en dónde se imparte una educación “unitalla”. La educación debe ser “un traje a la medida”. Implica transformarse para atender las particularidades de todos y cada uno de sus educandos.
De acuerdo a la Declaración de Derechos Humanos:
- Todos los niños y niñas tienen derecho a aprender y a vivir juntos.
- Ninguno debe ser menospreciado o discriminado por causa de sus dificultades, de su discapacidad, raza, género, etc.
- No hay razones legítimas para separar a un niño o niña de su educación, deben estar juntos con ventajas y desventajas para aprender a vivir juntos en sociedad.
Investigaciones muestran que los niños son mejores académica y socialmente, cuando están en entornos inclusivos (Forest, 1984, 1987, citados Richler, 2008; la Educación inclusiva como política social; Porter, 2007; Moliner, 2008).
Fuentes consultadas
CSIE Centre for Studies on Inclusive Education (Berruezo, 2006)